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Ajo negro, la mejor opción para fortalecer tu sistema inmune

El ajo negro provee beneficios en múltiples sistemas del cuerpo, los cuales van a contribuir la salud global del organismo y específicamente del sistema inmunitario.


El sistema inmunitario o inmunológico es aquel conjunto de estructuras y procesos biológicos en el interior del organismo que lo protege contra enfermedades identificando y atacando a agentes patógenos. Detecta una amplia variedad de agentes, como virus, bacterias, parásitos y xenobióticos (sustancias ajenas al organismo) y necesita distinguirlos de las propias células y tejidos sanos del organismo para funcionar correctamente.


El sistema inmunitario se encuentra compuesto principalmente por leucocitos (linfocitos T y K, anticuerpos, citoquinas, macrófagos, neutrófilos, entre otros componentes que ayudan a su funcionamiento).


La medicina distingue entre estructuras primarias (médula ósea y timo) y estructuras secundarias (bazo y sistema linfático). Los últimos avances en medicina también muestran la importancia de la flora bacteriana intestinal, cuya salud y equilibrio repercute directamente en nuestras defensas, ya que ésta se comporta como la primera barrera respecto a los microorganismos patógenos, y en caso de desequilibrio supone la implantación de estos microorganismos “malos”, ya que si los microorganismos buenos no ocupan su lugar se ven invadidos y colonizados por estos.


Todos conocemos el valor del ajo para combatir resfriados gracias a su poder antiséptico (contra levaduras, mohos, parásitos y bacterias saprófitas), y al mismo tiempo, por la capacidad expectorante y mucolítica del ajo nos ayuda a eliminar y no estancar esta mucosidad, verdadera causa de la instalación de los microorganismos oportunistas, tanto a nivel del sistema digestivo como del sistema respiratorio.


El ajo negro contribuye significativamente en mantener un sistema inmunitario fuerte gracias a sus nutrientes azufrados (SAC y SAMC), los cuales han demostrado su capacidad para incrementar la respuesta de linfocitos y citoquinas, pero también gracias a los oligoelementos como el zinc, el cobre, el manganeso o el selenio.


Estos oligoelementos nutren nuestros sistemas de adaptación y son responsables del mantenimiento de nuestros mecanismos naturales de neutralización y eliminación de tóxicos, especialmente de radicales libres. Junto con los aminoácidos cisteína y metionina, son responsables de la buena salud celular especialmente a nivel hepático. El hígado es el principal filtro y detoxificador del cuerpo. Cuando el hígado se encuentra sobrecargado, todo nuestro sistema inmunitario sufre por ello, la calidad de la sangre disminuye y el organismo necesita encontrar otras vías de eliminación de toxinas como la piel o la sangre menstrual. Si el cuerpo no consigue eliminar las toxinas comienza a depositarlas en zonas como las articulaciones, el tejido adiposo (graso), o en el propio entramado extracelular. Esto es un factor de riesgo para múltiples trastornos.


Cuando las células se rodean de toxinas no sólo interfieren en su capacidad de seguir eliminando los subproductos naturales del metabolismo (ácidos) sino que también interfieren en que los nutrientes como el oxígeno, los minerales o las proteínas sean capaces de atravesar la membrana celular y nutrir convenientemente las células. Ello se manifiesta con la aparición de trastornos leves y después graves pues su alta actividad antioxidante en comparación con otras preparaciones comerciales de ajo es en parte, resultado de su alto contenido de estos compuestos orgánicos de azufre solubles en agua estable y altamente biodisponibles.


El ajo negro también contribuye a una adecuada respuesta al estrés y estimula nuestra capacidad de adaptación, al mismo tiempo colabora para mantener una buena circulación sanguínea lo cual es imprescindible para distribuir el calor y temperatura corporal.

En muchas ocasiones, una mala regulación de la temperatura permite una exposición al frío, lo cual deprime nuestro sistema inmunitario.


Por todas estas razones el ajo negro colabora de forma excepcional en tener nuestras defensas y mecanismos de respuesta y adaptación orgánicos, para mantener un sistema inmunitario capaz de hacer frente tanto a factores internos como externos.



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